100 likes | 310 Views
UN GOLPE DE RESPETO. Por el corredor del hospital, se escuchaban gritos de alegría mientras los niños aguardaban con impaciencia su turno para pegarles a las pelotas de tenis de todos los colores. Con cada golpe, se escuchaba la risa de otro niño haciendo eco a través de las ligeras paredes.
E N D
UN GOLPE DE RESPETO Por el corredor del hospital, se escuchaban gritos de alegría mientras los niños aguardaban con impaciencia su turno para pegarles a las pelotas de tenis de todos los colores. Con cada golpe, se escuchaba la risa de otro niño haciendo eco a través de las ligeras paredes.
En ese día particular, nuestro equipo de voluntarios de Tenis con un Golpe Diferente, había viajado a un hospital de niños para trabajar con niñas y niños que usaban prótesis o que estaban confinados a sillas de ruedas. Este programa de rehabilitación único no enseña a jugar tenis, sino habilidades básicas para desenvolverse en la vida diaria tales como seguimiento con la vista y coordinación ojo – mano, y está destinado a personas con algún tipo de discapacidad.
Como en muchas sesiones anteriores, cada voluntario eligió a un niño para trabajar en pareja. Después de recibir una mínima instrucción acerca de cómo sostener una raqueta, nuestros participantes comenzaron a pegarles a las pelotas de tenis. Con cada golpe fuerte, los niños adquirían mayor confianza.
Entonces ocurrió lo inevitable Cuando repartíamos las raquetas, escuché la voz de un niño pequeño detrás de mí. _¿ Puedo jugar yo también ? _ preguntó desde algún lugar. Sin mirar a mi alrededor, simplemente tomé otra raqueta, mientras le aseguraba al niño quetodos tendrían la oportunidad de participar.
De repente, me encontré frente a un niño de ocho años, llamado Joel. Todos los voluntarios dejaron lo que estaban haciendo y me miraron fijamente, preguntándose cómo iba a manejar esa situación. Me volví en dirección al bolso de raquetas fingiendo ir a buscar una, pero ésa no era mi intención. Cerca del bolso, se encontraba una fisioterapeuta del hospital. _¿Qué hago?_articulé, para que me leyera los labios_ ¿ le doy una raqueta? La fisioterapeuta se encogió de hombros y me susurró: _No sé. Joel nunca pidió participar en ninguna de las actividades deportivas.
Todos los voluntarios estaban petrificados por lo que había prometido a Joel: un niño en silla de ruedas sin brazos ni piernas. Otro miembro del equipo le preguntó a una enfermera dónde estaban las prótesis de Joel, a lo que respondió: _ Joel no las usa porque no le gustan. Entonces, aquel niño precoz, de ocho años, se dio a la tarea de enseñarle a nuestro equipo una lección de coraje que jamás olvidaremos. Nos hizo saber que él cuenta. Y que uno nunca debe prejuzgar a un niño.
Enseguida, Joel hizo rodar la silla de ruedas en mi dirección. De manera educada, pero también con firmeza, me pidió la raqueta. Antes de que yo pudiera hablar, tomó la raqueta con el muñón del brazo derecho y se la colocó debajo de la axila.Con el muñón del brazo izquierdo, hizo rodar la silla de ruedas para tomar algo de distancia, separó los muñones de ambas piernas para equilibrarse y me pidió que lanzara la pelota.
Inmediatamente, hice lo que me dijo. Todos observaron la escena, absolutamente sorprendidos, mientras aquel competidor feroz golpeaba la pelota con fuerza. Sin embargo, lancé la pelota muy despacio, tratando de no golpear a Joel, lo cual no le cayó nada bien. _¡Lánzala bien fuerte!_me gritó. Apareció una sonrisa enorme en su rostro al tiempo que me ordenaba: _¡Lánzala de nuevo! Una vez más, ese increíble niño de ocho años le pegó a la pelota, mandándola bien lejos.
En ese momento, nació la filosofía de nuestra organización. Como rutina, los voluntarios reemplazan el “ No puedo “ de cualquier niño con el “¡Sí, puedo!” de Joel. El mayor placer en la vida es hacer lo que la gente dice que no puedes hacer.