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Correggio, “io y zeus”.(detalle)MANIERISMOEn el Manierismo asistimos a una nueva idea de las formas representativas. El artista -figura individual ya afianzada en la estructura social de la Europa del siglo XVI- a partir de los recursos de su propio lenguaje (color, estructura, luz, composición etc.) empuja la tradición clásica renacentista a los límites de sus propias posibilidades formales, desbordándolas y cimentando la edificación de un nuevo y fértil imaginario que se desarrollará y expandirá por casi dos siglos: el Barroco.
Pontormo, El descendimiento de la cruz (1528).Acá, asistimos a una composición en espiral ascendente (línea serpentinata) de los cuerpos y volúmenes de la obra.Los personajes puestos en tensión enfatizan la representación de una temporalidad: el instante. La pintura se eleva en una puesta teatralizada, con colores antinaturales en una clave lumínica fría. La artificialidad de la obra, la vemos también en la postura escalonada de los personajes: El sentido de “pose” es completo. En la obra no hay claros ejes de sentido, no hay un centro físico que organice la composición… al contrario, comienzan diversos relatos a disputar la atención dentro del mismo cuadro, en donde la dinámica de los detalles (grupos, cuerpos, rostros y demás) parecen tener más relevancia que el discurso que sustenta la obra, en este caso, el motivo religioso y de devoción.
Giambologna, Rapto de Sabina (1582). En esta escultura, vemos la línea serpentinita que sostiene la composición. Percibimos dramatismo, teatralidad, presencia de diagonales, torsión corporal, dinamismo, etc.