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Gabriela Mistral (1889-1954)
Biografía Escritora chilena nacida en Vicuña. Fue una destacada educadora que visitó México, donde cooperó en la reforma educacional, Estados Unidos y Europa, estudiando las escuelas y métodos educativos de estos países. Además fue profesora invitada en las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico. A partir de 1933, y durante veinte años, desempeñó el cargo de cónsul de su país en ciudades como Madrid, Lisboa y Los Ángeles, entre otras. Su poesía, llena de calidez y emoción y marcado misticismo, ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco, e influyó en la obra creativa de muchos escritores latinoamericanos posteriores, como Pablo Neruda y Octavio Paz. Sus diversos poemas escritos para los niños se recitan y cantan en muy diversos países. En 1945 se convirtió en el primer escritor latinoamericano en recibir el Premio Nóbel de Literatura. Posteriormente, en 1951, se le concedió el Premio Nacional de Literatura. Hija de un profesor rural y con una hermanastra de la misma profesión, Gabriela Mistral, con temprana vocación por el magisterio, llegó a ser directora de varios liceos fiscales. Su fama como poetisa (aunque ella prefería llamarse -poeta) comenzó en 1914 luego de haber sido premiada en unos Juegos Florales por sus -Sonetos de la muerte-, inspirados en el suicidio de su gran amor, el joven Romelio Ureta. A este concurso se presentó con el seudónimo que desde entonces la acompañaría toda su vida. A su primer libro de poemas, Desolación (1922), le siguieron Ternura (1924), Tala (1938), Lagar (1954) y otros.
Cosas 1 Amo las cosas que nunca tuvecon las otras que ya no tengo: Yo toco un agua silenciosa,parada en pastos friolentos,que sin un viento tiritabaen el huerto que era mi huerto. La miro como la miraba;me da un extraño pensamiento,y juego, lenta, con esa aguacomo con pez o con misterio. 2 Pienso en umbral donde dejepasos alegres que ya no llevo,y en el umbral veo una llagallena de musgo y de silencio. 3 Me busco un verso que he perdido,que a los siete años me dijeron.Fue una mujer haciendo el pany yo su santa boca veo. 4 Viene un aroma roto en ráfagas;soy muy dichosa si lo siento;de tan delgado no es aroma,siendo el olor de los almendros. 5 Me vuelve niño los sentidos;le busco un nombre y no lo acierto,y huelo el aire y los lugaresbuscando almendros que no encuentro...
6 Un río suena siempre cerca.Ha cuarenta años que lo siento.Es canturía de mi sangreo bien un ritmo que me dieron. O el río Elqui de mi infanciaque me repecho y me vadeo.Nunca lo pierdo; pecho a pecho,como dos niños, nos tenemos. Cuando sueño la Cordillera,camino por desfiladeros,y voy oyéndoles, sin tregua,un silbo casi juramento. 7 Veo al remate del Pacíficoamoratado mi archipiélago,y de una isla me ha quedadoun olor acre de alción muerto... 8 Un dorso, un dorso grave y dulce,remata el sueño que yo sueño.Es al final de mi caminoy me descanso cuando llego. Es tronco muerto o es mi padre,el vago dorso ceniciento.Yo no pregunto, no lo turbo.Me tiendo junto, callo y duermo. 9 Amo una piedra de Oaxacao Guatemala, a que me acerco,roja y fija como mi caray cuya grieta da un aliento. Al dormirme queda desnuda;no se por qué yo la volteo.Y tal vez nunca la he tenidoy es mi sepulcro lo que veo...
Nocturno y no quieres volverte hacia mí! Me vendió el que besó mi mejilla;me negó por la túnica ruin.Yo en mis versos el rostro con sangre,como Tú sobre el paño, le di;y en mi noche del Huerto me han sido,Juan cobarde, y el Angel hostil.Ha venido el cansancio infinitoa clavarse en mis ojos, al fin;el cansancio, del día que muere,y el del alba, que debe venir;¡el cansancio del cielo de estañoy el cansancio del cielo de añil!Ahora suelto la mártir sandaliay las trenzas, pidiendo dormir.Y perdida en la noche levantoel clamor aprendido de tí:Padre nuestro que estás en los cielos,¿por qué te has olvidado de mí? Padre nuestro, que estás en los cielos,¿por qué te has olvidado de mí?Te acordaste del fruto en febrero,al llagarse su pulpa rubí.¡Llevo abierto también mi costadoy no quieres mirar hacia mí!Te acordaste del negro racimoy lo diste al lagar carmesí,y aventaste las hojas del álamocon tu aliento, en el aire sutil.¡Y en el ancho lagar de la muerteaún no quieres mi pecho oprimir!Caminando vi abrir las violetas;el falerno del viento bebí,y he bajado, amarillos, mis párpadospara no ver enero ni abril. Y he apretado la boca, anegadade la estrofa que no he de exprimir. ¡Has herido la nube de Otoño
Íntima de ansia, mi aliento. No me toques, por tanto. Mentiría al decir que te entrego mi amor en estos brazos extendidos,en mi boca, en mi cuello, y tú, al creer que lo bebiste todo,te engañarías como un niño ciego. Porque mi amor no es sólo esta gravilla reacia y fatigada de mi cuerpo, que tiembla entera al roce del cilicioy que se me rezaga en todo vuelo. Es lo que está en el beso, y no es el labio; lo que rompe la voz, y no es el pecho: ¡es un viento de Dios, que pasa hendiéndome el gajo de las carnes, volandero! Tú no oprimas mis manos.Llegará el duradero tiempo de reposar con mucho polvo y sombra en los entretejidos dedos.Y dirías: -No puedo amarla, porque ya se desgranaroncomo mieses sus dedos. Tú no beses mi boca. Vendrá el instante lleno de luz menguada, en que estaré sin labios sobre un mojado suelo. Y dirías: -La amé, pero no puedo amarla más, ahora que no aspira el olor de retamas de mi beso. Y me angustiara oyéndote, y hablaras loco y ciego, que mi mano será sobre tu frentecuando rompan mis dedos, y bajará sobre tu cara llena
Vergüenza Si tú me miras, yo me vuelvo hermosacomo la hierba que bajó al rocío,y desconocerán mi faz gloriosalas altas canas cuando baje al río. Tengo vergüenza de mi boca triste,de mi voz rota y mis rodillas rudas;ahora que me miraste y que viniste,me encontré pobre y me palpé desnuda. Ninguna piedra en el camino hallastemás desnuda de luz en la alboradaque esta mujer a la que levantaste,porque oíste su canto, la mirada. Yo callaré para que no conozcanmi dicha los que pasan por el llano,en el fulgor que da a mi frente toscay en la tremolición que hay en mi mano... Es noche y baja a la hierba el rocío;mírame largo y háblame con ternura,que ya mañana al descender al río¡la que besaste llevará hermosura!
Volverlo a Ver ¿Y nunca, nunca más, ni en noches llenasde temblor de astros, ni en las alboradasvírgenes, ni en las tardes inmoladas? ¿Al margen de ningún sendero pálido,que ciñe el campo, al margen de ningunafontana trémula, blanca de luna? ¿Bajo las trenzaduras de la selva,donde llamándolo me ha anochecido,ni en la gruta que vuelve mi alarido? ¡Oh, no! ¡Volverlo a ver, no importa dónde,en remansos de cielo o en vórtice hervidor,bajo unas lunas plácidas o en un cárdeno horror! ¡Y ser con él todas las primaverasy los inviernos, en un angustiadonudo, en torno a su cuello ensangrentado!
Balada resbaló en las olasla luna de azahar.¡Y no untó mi sangrela extensión del mar! ¡Y no untó mi sangrela extensión del mar! El irá con otrapor la eternidad. Habrá cielos dulces.(Dios quiere callar).¡Y el irá con otrapor la eternidad! El pasó con otra;yo le vi pasar.Siempre dulce el vientoy el camino en paz.¡Y estos ojos míserosle vieron pasar! El va amando a otra por la tierra en flor.Ha abierto el espino;pasa una canción.¡Y el va amando a otrapor la tierra en flor! El besó a la otra a orillas del mar;
La mujer fuerte Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,mujer de saya azul y de tostada frente,que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosíavi abrir el surco negro en un abril ardiente. Alzaba en la taberna, honda la copa impurael que te apegó un hijo al pecho de azucena,y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,caía la simiente de tu mano, serena. Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,agrandados al par de maravilla y llanto. Y el lodo de tus pies todavía besara,porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!
La mujer estéril La mujer que no mece un hijo en el regazo,(cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas),tiene una laxitud de mundo entre los brazos;todo su corazón congoja inmensa baña. El lirio le recuerda unas sienes de infante;el Angelus le pide otra boca con ruego;e interroga la fuente de seno de diamantepor qué su labio quiebra el cristal en sosiego. Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada;piensa que en los de un hijo no mirará extasiada,al vaciarse sus ojos, los follajes de octubre. Con doble temblor oye el viento en los cipreses.¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florececual la parva de enero, de vergüenza la cubre!
Credo Creo en mi corazón, el que tremolaporque lo hizo el que turbó los mares,y en el que da la Vida orquestacionescomo de pleamares. Creo en mi corazón, el que yo exprimopara teñir el lienzo de la vidade rojez o palor, y que le ha hechoveste encendida. Creo en mi corazón, el que en la siembrapor el surco sin fin fue acrecentado.Creo en mi corazón siempre vertidopero nunca vaciado. Creo en mi corazón en que el gusanono ha de morder, pues mellará a la muerte;creo en mi corazón, el reclinadoen-el pecho de Dios terrible y fuerte. Creo en mi corazón, ramo de aromasque mi Señor como una fronda agita,perfumando de amor toda la viday haciéndola bendita. Creo en mi corazón, el que no pidenada porque es capaz del sumo ensueñoy abraza en el ensueño lo creado:¡inmenso dueño! Creo en mi corazón, que cuando cantahunde en el Dios profundo el flanco herido,para subir de la piscina vivarecién nacido. Creo en mi corazón, el que tremolaporque lo hizo el que turbó los mares,y en el que da la Vida orquestacionescomo de pleamares.
El dios triste Mirando la alameda de otoño lacerada,la alameda profunda de vejez amarilla,como cuando camino por la hierba segadabusco el rostro de Dios y palpo su mejilla. Y en esta tarde lenta como una hebra de llantopor la alameda de oro y de rojez yo sientoun Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto¡y lo conozco triste, lleno de desaliento! Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerteSeñor, al que cantara de locura embriagada,no existe, y que mi Padre que las mañanas viertetiene la mano laxa, la mejilla cansada. Se oye en su corazón un rumor de alamedade otoño: el desgajarse de la suma tristeza.Su mirada hacia mí como lágrima rueday esa mirada mustia me inclina la cabeza. Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente,plegaria que del polvo del mundo no ha subido:"Padre, nada te pido, pues te miro a la frentey eres inmenso, ¡inmenso!, pero te hallas herido".
Lápida filial Apegada a la seca fisuradel nicho, déjame que te diga:-Amados pechos que me nutrieroncon una leche más que otra viva;parados ojos que me miraroncon tal mirada que me ceñía;regazo ancho que calentócon una hornaza que no se enfría;mano pequeña que me tocabacon un contacto que me fundía:¡resucitad, resucitad,si existe la hora, si es cierto el día,para que Cristo os reconozcaya otro país deis alegría,para que pague ya mi Arcángelformas y sangre y leche mía,y que por fin os recuperela vasta y santa sinfoníade viejas madres: la Macabea,Ana, Isabel, Lía y Raquel!
Nocturno del descendimientoA Victoria Ocampo. que cae y cae y cae sin pararen un trance que nadie me dijera.Desde tu vertical cae tu carneen cáscara de fruta que golpean:el pecho cae y caen las rodillasy en cogollo abatido, la cabeza. Acaba de llegar, Cristo, a mis brazos,peso divino, dolor que me entregan,ya que estoy sola en esta luz sesgaday lo que veo no hay otro que veay lo que pasa tal vez cada nocheno hay nadie que lo atine o que lo sepa,y esta caída, los que son tus hijos,como no te la ven no la sujetan,y tu culpa de sangre no reciben,¡de ser el cerro soledad enteray de ser la luz poca y tan sesgadaen un cerro sin nombre de la Tierra! Año de la Guerra Española. Cristo del campo, "Cristo de Calvario" vine a rogarte por mi carne enferma;pero al verte mis ojos van y vienende tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.Mi sangre aún es agua de regato;la tuya se paró como agua en presa.Yo tengo arrimo en hombro que me vale,a ti los cuatro clavos ya te sueltan,y el encuentro se vuelve un recogertela sangre como lengua que contesta,pasar mis manos por mi pecho enjuto,coger tus pies en peces que gotean. Ahora ya no me acuerdo de nada,de viaje, de fatiga, de dolencia.El ímpetu del ruego que traíase me sume en la boca pedigüeña,de hallarme en este pobre anochecercon tu bulto vencido en una cuesta
La humillada y arde quieta, arde paradaaunque sea torbellino. Mejor que caiga su casapara que ella haga caminoy que marche hasta rodaren el pastal o en los trigos. Ella su casa la dacomo se entrega un carrizo;da su canción dolorida,da su mesa y sus vestidos. Pero ella no da su pechoni el brazo al fuego extendido,ni la oración que le nacecomo un hijo, con vagido,ni el árbol de azufre y sangrecada noche más crecido,que ya la alcanza y la lametomándola para él mismo! Un pobre amor humilladoarde en la casa que miro.En el espacio del mundo,lleno de duros prodigios,existe y pena este amor,como ninguno ofendido. Se cansa cuanto camina,cuanto alienta, cuanto es vivo,y no se rinde ese fuego,de clavos altos y fijos. Junto con los otros sueños,el sueño suyo Dios hizoy ella no quiere dormirde aquel sueño recibido. La Pobre llama dementeviolento arde y no cansino,sin tener el viento Oestesin alcanzar el marino,
Antígona Caminamos los tres: el blanquecinoy una caña cascada que lo afirmapor apartarle el alacrán... la víbora,y el filudo pedrisco por cubrirlelos gestos de las rocas malhadadas. Viejo Rey, donde ya no puedas háblame.Voy a acabar por despojarte un pinoy hacerte lecho de esas hierbas locas.Olvida, olvida, olvida, Padre y Rey:los dioses dan, como flores mellizas,poder y ruina, memoria y olvido.Si no logras dormir, puedo cargarteel cuerpo nuevo que llevas ahoray parece de infante malhadado.Duerme, sí, duerme, duerme, duerme, viejo Edipo,y no cobres el día ni la noche. Me conocía el Ágora, la fuenteDircea y hasta el mismo olivo sacro,no la ruta de polvo y de pedrisconi el cielo helado que muerde la nucay befa el rostro de los perseguidos. Y ahora el viento que huele a pesebres,a sudor y a resuello de ganados,es el amante que bate mi cuelloy ofende mis espaldas con su grito. Iban en el estío a desposarme,iba mi pecho a amamantar gemeloscomo Cástor y Pólux, y mi carneiba a entrar en el templo triplicaday a dar al dios los himnos y la ofrenda.Yo era Antígona, brote de Edipo,y Edipo era la gloria de la Grecia.
Convite a la danza Romped la marcha de hierbasque la hierba no rompéis;la muy amante retornay la danzáis otra vez. Romped cebadas y trébolque ninguno romperéis:la hierba herida se alzay la bailáis otra vez. Bailad los pastos floridosy los que han de florecer;los trigos que ya segaron,los no sembrados también. Quebrad esta nuez del mundo,esta ansiedad, esta sed.Cabello y brazos al viento,bailad como que voléis. Haced como que soltaseisvuestra vida de una vez;y con son y ritmo eternosla danza eterna bailéis. Bailad como que soltaseiscuerpo y alma de una vez.Y si habéis perdido todomejor que nunca dancéis.
El encuentro ¡No importa! Quedó en el aireestremecida mi alma.¡Y aunque ninguno me ha heridotengo la cara con lágrimas! Esta noche no ha veladocomo yo junto a la lámpara;como él ignora, no punzasu pecho de nardo mi ansia;pero tal vez por su sueñopase un olor de retamas,¡porque una pobre mujertiene su cara con lágrimas! Iba sola y no temía;con hambre y sed no lloraba;desde que lo vi cruzar,mi Dios me vistió de llagas. Mi madre en su lecho rezapor mí su oración confiada.¡Pero yo tal vez por siempretendré mi cara con lágrimas! Le he encontrado en el sendero.No turbó su ensueño el aguani se abrieron más las rosas.Abrió el asombro mi alma.¡Y una pobre mujer tienesu cara llena de lágrimas! Llevaba un canto ligeroen la boca descuidada,y al mirarme se le ha vueltograve el canto que entonaba.Miré la senda, la halléextraña y como soñada.¡Y en el alba de diamantetuve mi cara con lágrimas! Siguió su marcha cantandoy se llevó mis miradas... Detrás de él no fueron másazules y altas las salvias.¡No importa! Quedó en el aireestremecida mi alma.
El amor que calla Si yo te odiara, mi odio te daríaen las palabras, rotundo y seguro;¡pero te amo y mi amor no se confíaa este hablar de los hombres, tan oscuro! Tú lo quisieras vuelto un alarido,y viene de tan hondo que ha deshechosu quemante raudal, desfallecido,antes de la garganta, antes del pecho. Estoy lo mismo que estanque colmadoy te parezco un surtidor inerte.¡Todo por mi callar atribuladoque es más atroz que el entrar en la muerte!
La espera inútil Me olvidé de que te hicieronsordo para mi clamor;me olvidé de tu silencioy de tu cárdeno albor; de tu inerte mano torpeya para buscar mi mano;¡de tus ojos dilatadosdel inquirir soberano! La noche ensanchó su charcode betún; el agorerobúho con la horrible sedade su ala rasgó el sendero. No te volveré a llamar,que ya no haces tu jornada;mi desnuda planta sigue,la tuya está sosegada. Vano es que acuda a la citapor los caminos desiertos.¡No ha de cuajar tu fantasmaentre mis brazos abiertos! Yo me olvidé que se hizoceniza tu pie ligero,y, como en los buenos tiempos,salí a encontrarte al sendero. Pasé valle, llano y ríoy el cantar se me hizo triste.La tarde volcó su vasode luz ¡y tú no viniste! El sol fue desmenuzandosu ardida y muerta amapola;flecos de niebla temblaronsobre el campo. ¡Estaba sola! Al viento otoñal, de un árbolcrujió el blanqueado brazo.Tuve miedo y te llamé:"¡Amado, apresura el paso! Tengo miedo y tengo amor,¡amado, el paso apresura!"Iba espesando la nochey creciendo mi locura.
Ceras eternas ¡Ah! Nunca más tus dos iris cegadostendrán un rostro descompuesto, rojode lascivia, en sus vidrios dibujado! ¡Benditas ceras fuertes,ceras heladas, ceras eternalesy duras, de la muerte! ¡Bendito toque sabio,con que apretaron ojos, con que apegaron brazos,con que juntaron labios! ¡Duras ceras benditas,ya no hay brasa de besos lujuriososque os quiebren, que os desgasten, que os derritan! ¡Ah! Nunca más conocerá tu bocala vergüenza del beso que chorreabaconcupiscencia, como espesa lava! Vuelven a ser dos pétalos nacientes,esponjados de miel nueva, los labiosque yo quise inocentes. ¡Ah! Nunca más conocerán tus brazosel nudo horrible que en mis días pusooscuro horror: ¡el nudo de otro abrazo!... Por el sosiego puros,quedaron en la tierra distendidos,¡ya ¡Dios mío! seguros!
La obsesión Me toca en el relente;se sangra en los ocasos;me busca con el rayode luna por los antros. Como a Tomás el Cristo,me hunde la mano pálida,por que no olvide, dentrode su herida mojada. Le he dicho que deseomorir, y él no lo quiere,por palparme en los vientos,por cubrirme en las nieves; por moverse en mis sueños,como a flor de semblante,por llamarme en el verdepañuelo de los árboles. ¿Si he cambiado de cielo?Fui al mar y a la montaña.Y caminó a mi veray hospedó en mis posadas. ¡Que tú, amortajadora descuidada,no cerraste sus párpados,ni ajustaste sus brazos en la caja!
Amo amor Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,late vivo en el sol y se prende al pinar.No te vale olvidarlo como al mal pensamiento:¡le tendrás que escuchar! Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,ruegos tímidos, imperativos de mar.No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:¡lo tendrás que hospedar! Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.No te vale el decirle que albergarlo rehúsas:¡lo tendrás que hospedar! Tiene argucias sutiles en la réplica fina,argumentos de sabio, pero en voz de mujer.Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:¡le tendrás que creer! Te echa venda de lino; tú la venda toleras.Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras¡que eso para en morir!
Serenidad De sol a sol voy por las rutas,y en el regazo olor a frutasse me acomoda el recental:tanto trascienden mis abiertasentrañas a grutas, y a huertas,y a cuenco tibio de panal! Soy la ladera y soy la viñay la salvias, y el agua niña:¡todo el azul, todo el candor!Porque en sus hierbas me apacientomi Dios me guarda de sus vientoscomo a los linos en la flor. Vendrá la nieve cualquier día;me entregaré a su joya fría,(fuera otra cosa rebelión).Y en un silencio de amor sumo,oprimiendo su duro grumome irá vaciando el corazón Y después de tener perdidalo mismo que un pomar la vida,-hecho ceniza, sin cuajar-,me han dado esta montaña mágica,y un río y unas tardes trágicascomo Cristo, con que sangrar. Los niños cubren mis rodillas;mirándoles a las mejillas;ahora no rompo a sollozar,que en mi sueño más deleitosoyo doy el pecho a un hijo hermososin dudar... Estoy como el que fuera dueñode toda tierra y todo en sueñoy toda miel;¡y en estas dos manos mendigasno he oprimido ni las amigassienes de él!