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Credo 5 Jesucristo Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo
Jesucristo es una persona que es verdadero Dios y verdadero hombre. Como Dios existe desde la eternidad. Como hombre comenzó a existir. Este momento, cuando Dios comienza a ser también hombre, se llama la Encarnación.
En el momento establecido por Dios, el Verbo eterno, segunda persona de la Santísima Trinidad, se hizo carne: sin perder la naturaleza divina, asumió la naturaleza humana. La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana.
La Iglesia expresa el misterio de la Encarnación afirmando que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Con dos naturalezas, la divina y la humana, no confundidas, sino unidas en la Persona del Verbo. Por tanto, todo en la humanidad de Jesús, milagros, sufrimientos y la misma muerte, debe ser atribuido a su Persona divina, que actúa a través de la naturaleza humana que ha asumido.
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios.
Dice Benedicto XVI: “No se trata de un simple revestimiento, de una apariencia mudable, como se creía que sucedía a las divinidades de la cultura grecorromana: la realidad de Cristo es divina en una experiencia auténticamente humana. Dios no sólo toma apariencia de hombre, sino que se hace hombre y se convierte realmente en uno de nosotros, se convierte realmente en «Dios con nosotros»; no se limita a mirarnos con benignidad desde el trono de su gloria, sino que se sumerge personalmente en la historia humana, haciéndose «carne», es decir, realidad frágil, condicionada por el tiempo y el espacio.”
Jesús fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Significa que la Virgen María concibió a Jesús en su seno por obra del Espíritu Santo y sin la colaboración de varón. «El Espíritu Santo vendrá sobre ti» (Lc 1, 35), le dijo el ángel en la Anunciación.
Jesús es Hijo del Padre celestial según la naturaleza divina, e Hijo de María según la naturaleza humana; pero es propiamente Hijo de Dios según las dos naturalezas, al haber en Él una sola Persona, la divina.
Para formar el cuerpo y crear el alma de Jesucristo concurrieron las tres Personas divinas.“En general, debemos tener como norma de Fe cristiana: todo lo que Dios opera fuera de sí en las criaturas, es obra común de las tres Personas. Una no opera más que la otra, ni una sin la otra”.
Se dice que fue concebido del Espíritu Santo porque la Encarnación del Hijo de Dios es obra de bondad y de amor, y las obras de bondad y de amor se atribuyen al Espíritu Santo.
Se encarnó verdaderamente y no en apariencia. Pues si la encarnación fue falsa, también lo sería la salvación humana..
El evangelio de san Lucas nos narra lo que sucedió momentos antes de encarnarse el Verbo divino. Fue en una pequeña ciudad de Galilea llamada Nazaret. Allí vivía una virgen, desposada con José, de nombreMaría.
Se presenta un enviado de Dios, un ángel que la saluda: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
Ella se turba; pero el ángel la tranquiliza: “No temas”. Y le dice el motivo de su embajada: “”Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. Y dice muchas alabanzas del que va a ser su hijo.
María confía, pero quiere una aclaración: “¿Cómo será eso pues no conozco varón?” Conociendo las costumbres locales y el lenguaje religioso, venía a decir que, aunque estaba comprometida con José, ella pensaba seguir siendo virgen.
El ángel se lo aclaró: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios”. Para los seres humanos es imposible; pero Dios lo puede hacer todo, si es para su gloria y nuestro bien. Y para que quedara más tranquila María, el ángel le dice lo que Dios ha hecho en su pariente Isabel: poder ser madre en la vejez.
María se entrega a Dios: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”.
El ángel se retira porque ha cumplido su embajada. Y por la acción del Espíritu Santo se realiza la maravilla de las maravillas: el Verbo eterno, el Hijo de Dios se hace hombre en el seno de María.
La Anunciación a María inaugura "la plenitud de los tiempos"(Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos.
El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María, es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo desde el principio de su existencia humana, aunque su manifestación no tuviera lugar sino progresivamente: a los pastores, a los magos, a Juan Bautista, a los discípulos. Toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38).
Al ser concebido Jesús “por obra y gracia del Espíritu Santo”, nos está diciendo la Iglesia que María fue virgen.
La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios. "La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre; consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en nuestra humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas".
Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: “sin semilla de varón”, como decía el Concilio de Letrán en el año 649.
En la generación de Jesús no intervino ningún varón, sino el poder trascendente del Espíritu Santo, Señor y Dador de vida. No se trata de que Dios “supliese” el papel que le correspondería a un varón. La intervención del Espíritu Santo es divina. Dios actúa como Dios, no como hombre.
El Espíritu Santo no es el Padre de Jesús. Jesús es engendrado «por el Padre antes de todos los siglos» y se hace hombre, siendo engendrado en María por la acción trascendente del Espíritu de Dios.
Otro suceso interesante, para reafirmar la virginidad de María es lo que nos narra el evangelio de san Mateo cuando san José se dio cuenta de lo que sucedía.
Habían pasado unos meses. María había ido a visitar a su prima Isabel y había vuelto tres meses después. José, con espanto, se entera que María va a ser madre. Es posible que hasta le felicitara algún vecino.
José podía denunciarla. Él sabe que María es muy buena, pero no lo entiende. Entonces, en vez de acusarla a ella, prefiere quizá que le culpen a él. Porque piensa abandonarla.
Aquí es donde viene Dios a consolarle por medio del ángel: “No temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo”. Además le encarga que haga las veces de padre.
Sería un día muy dichoso para san José, quien pronto llevó a María a su casa. Y termina el pasaje diciendo: “Y sin haberla conocido, María dio a luz un hijo a quien puso por nombre Jesús”. “Sin haberla conocido” está traducido literalmente en lenguaje bíblico. Otros lo traducen directamente: “Y sin haber tenido relaciones sexuales”…
La fe de la Iglesia en la concepción virginal de Jesús ha encontrado viva oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y paganos.
El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve en ese "nexo que reúne entre sí los misterios" dentro del conjunto de los misterios de Cristo, desde su Encarnación hasta su Pascua.
La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la "siempre-virgen“.
A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús. La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María. Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento.
De Maríapodemos decir que era Virgen y Desposada para que fuese estimada la virginidad y no se despreciase el matrimonio; fue elegida la virginidad para la santificación, y el desposorio para dar inicio a las nupcias cristianas..
La concepción virginal es una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humana. No se trata de indagar por medio de suposiciones inútiles, sino de contemplar y reconocer la acción de Dios. Sólo desde esta base se abre camino la comprensión que brota de la fe.
San Pablo tiene una formulación hermosa sobre la Encarnación (Fil 2, 6-8): “Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”.
Cristo se rebajó Automático
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San Pablo está urgiendo a la comunidad de Filipos la unidad eclesial, cuyo presupuesto básico es la humildad. Les propone ahora, como acicate, un formidable ejemplo: la humillación de Cristo que desemboca en su glorificación. Con ello Jesús nos da un ejemplo de humildad: pero es para glorificación.
La palabra “se anonadó” deriva del griego, “vaciarse”, y San Pablo la utiliza para referirse a la renuncia voluntaria hecha por Cristo a su derecho de privilegios divinos al aceptar humildemente el estado humano en la encarnación. También se utilizan otros términos para referirse a este hecho: se despojó, se entregó, se dio, se humilló.